domingo, 13 de diciembre de 2009

«La felicidad la compro en la farmacia»


Carlos Mañas (Valencia, 1966), es uno de esos escasos héroes de andar por casa (mucho más escasos aún que los de los superpoderes), cuya valentía supera a la de miles de cobardes que se escudan en la apariencia para no resultar heridos. Mañas podría ocultarse, pero eligió dar la cara por él y por tanta gente que, como él, sufre el desprecio de los «normales».

Cuando a los 40 años le diagnosticaron trastorno bipolar, en el primer centro al que acudió para seguir un tratamiento se sintió tan humillado, que ya en aquel momento decidió que había que hacer algo para que el que sufre una enfermedad mental no sufriese además por sentirse inútil: «Cuando llegué allí me dijeron que hiciese un barco con palillos. Yo dije que no, que mi talento o la poca autoestima que me quedaba, no la iba a abortar en ese tipo de terapias», cuenta todavía dolido y sorprendido ante la «complejidad» de ciertos métodos terapéuticos.

No esperó a que alguien hiciese algo. Lo hizo él.
«Sentí mi primer rechazo social desde que lo reconocí públicamente. Ahora ha cambiado la forma en que mi entorno se relaciona conmigo, pero no me importa. Normalmente, la gente lo oculta y yo lo entiendo y lo respeto. Pero yo he decidido luchar contra los clichés. El malo siempre escucha voces o no se ha tomado las pastillas. Somos el blanco fácil. Es una excusa muy cobarde echar la culpa siempre a personas con una enfermedad mental», se lamenta.

Mañas, «valenciano por parte de hijos», como él mismo indica, creció en Vigo y es vigués por derecho desde que su familia se trasladó a la ciudad por motivos laborales en 1974. Carlos era un publicista de éxito. Se formó en Madrid, se especializó en publicidad Below the line , esa que coloca hábilmente productos en las series y otros programas. Empezó creando su propia empresa, Energía Creativa y Artimañas, trabajó además para varias multinacionales y también fue profesor de publicidad y márketing en una conocida escuela viguesa.

Discapacidad invisible
Pero la enfermedad acabó con su carrera y con su vida como antes la conocía, aunque ha canalizado su frustración a través de varios proyectos que desarrolla sin desánimo: «No necesito una silla de ruedas ni un bastón, pero soy un discapacitado. Hay discapacitados invisibles. Por desgracia, yo tengo el grado más alto de trastorno bipolar y con síntomas psicóticos. Yo la felicidad la tengo que comprar en las farmacias. Necesito de por vida una medicación que me permite estar equilibrado, aunque aún así tengo recaídas, pero mi mujer y mis hijos enseguida se dan cuenta. Me conocen y controlan mis síntomas», relata.

Confundir los síntomas
Carlos tardó años en darse cuenta de que tenía un problema: «Al dedicarme a un trabajo creativo confundía la euforia con el entusiasmo creativo. Apenas dormía tres horas por la noche, hasta que llegó un momento en que la falta de sueño se rompía por estados depresivos. No podía concentrarme. No podía trabajar. No podía dar clase. Ahora soy pensionista con incapacidad absoluta. No puedes llevar una vida laboral común», explica.

Un tiempo después de sus primeras experiencias frustradas tras ser diagnosticado, impulsó la creación del Foro de Salud Mental TBO (Trastorno Bipolar Organización), la primera institución gallega independiente que se ocupa de esta enfermedad «Está atendido por un psiquiatra, un psicólogo y un grupo terapéutico que intenta alimentar el talento y la autoestima de la gente, lejos de condenarla a trabajos manuales. Velamos por la calidad de vida de los afectados y sus familiares», explica. Carlos Mañas. El profesional es autor de más de una decena de libros sobre márketing, pero en la temática humanitaria debutó hace cuatro años con la publicación de El discreto encanto de la filantropía. Se ha convertido en un activista que lucha contra la intolerancia y en favor de los excluidos, y lo hace usando su pericia en publicidad, diseñando a campañas de sensibilización. El año pasado logró involucrar a Teo Cardalda y María Monsonís,

FUENTE: artículo completo en La Voz de Galicia.

3 comentarios:

  1. "La felicidad la compro en la farmacia", muy buena frase. Es lo que hay, las pildoras de la felicidad.
    Un saludo.

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  2. Hola

    Soy un presunto bipolar, pues no me lo ha dicho todavía un médico, pero de acuerdo con todo lo que leo y comparando con lo que he sufrido a lo largo de mi vida considero que lo soy, estuve internado en un psiquiátrico a los 16 años durante unos dos meses pero no se me dijo como se llamaba mi enfermedad estuve tomando medicamentos durante un año, me mejoraron ostensiblemente pero deje de tomarlos pues no soporté sus efectos secundarios.

    En este momento tengo 42 años y solo he acudido a psiquiatras en 2 oportunidades cuando estuve internado y hace unos 10 años cuando sentí que nuevamente iba hacia una crisis fuerte (tampoco en ese momento se me dijo que enfermedad sufría), trato de sobrellevar la vida sin tomar estabilizantes de ánimo, solo tomo algo de medicamentos cuando empiezo a tener síntomas de descontrol y logro parar la situación y revertirla, he logrado hacer mi vida casi normal, eso si muy limitada en muchos aspectos, pues no me considero ni me siento normal de la cabeza, sin tener que depender tanto de la farmacia, claro que se que estoy jugando con fuego al estar así y no lo recomendaría a nadie pues no es ético, claro que soy consciente que estoy enfermo, me la paso leyendo mucho al respecto y he optado por un autocontrol, siguiendo al máximo las reglas bastante estrictas que recomiendan los médicos respecto a lo que debemos hacer o no hacer los bipolares, todas a excepción de los estabilizadores.

    En mi caso no toda la felicidad la compro en la farmacia pero si gran parte de ella.

    Saludos

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  3. Buenas, Mi nombre es Carmen Avendaño. Soy una activista social española. He leido el libro del Señor Mañas y os lo recomiendo. Hay una parte dedicada al reo mental, que resulta interesante.
    Un saludo desde Galilcia

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