lunes, 5 de octubre de 2009

Opinión: trastorno bipolar, trastorno popular.


Kiko le grita al invitado en La Noria: "¡Eres una bipolar!".
Andrés Pajares tiene una pistola de plástico y sale en DEC.
Porta edita nuevo largo: "Trastorno Bipolar".
El trastorno bipolar de mi hija en "Hacia el Amanecer".
El TAB parece el trastorno psiquiátrico más cool del momento.

Y uno se pregunta si esto es positivo, si existe marcha atrás o hacia adelante. ¿Tomamos conciencia? ¿Es la sociedad más sensible, más avanzada, más iluminada en psiquiatría? ¿O somos más bien niños grandotes jugando con palabras grandilocuentes, con conceptos demasiado obtusos que necesitan ser digeridos, asimilados para la masa? ¿Cómo afectará esto a la existencia de un paciente común?

Es fácil cabrearse y llamarle a alguien esquizofrénico, maniaco, lo que sea... Una calentura es el momento perfecto para que una de estas numerosas perlitas salgan a la luz. Pero más allá de la sensibilidad personal, con mayor perspectiva que la mera susceptibilidad, ¿qué ocurre si simplificamos demasiado los conceptos?

Se me va a perdonar si lo que expongo a continuación resulta una analogía radicalmente exagerada para lo que aquí nos ocupa. Paciencia y veréis a dónde quiero llegar.


Existen interesantes estudios acerca de lo que, de manera intencionada, ocurrió en el régimen Nazi con muchos de los conceptos y acepciones de términos que hasta entonces se empleaban con otros significados. Por poner un ejemplo, "deportivo" pasó a significar "alemán sano, ario". Y cualquier esfera de significado relacionada con la deportividad tenía ese tinte político, esa mancha racial enfatizada. Lo que ocurrió es que se orquestó una campaña coordinada de traslación de los significados. Mr. Goebbles como siempre, estuvo detrás de la escena.

Ha pasado mucho tiempo, eso es cierto. Pero los principios de los medios, de la publicidad en general y de nuestra sociedad mediática son herederos, nos guste o no, de muchas de las técnicas que por entonces se desarrollaron.


La diferencia reside en que hoy el mecanismo se ha vuelto autónomo. No es siempre necesaria una mano negra y una clara intención para trastocar los significados. Simplemente ocurre, como ha ocurrido siempre en la evolución de las lenguas y las familias humanas, pero a una velocidad acelerada, nunca antes presenciada en la Historia del sapiens. Tal es así que, habiendo emergido de forma incipiente el concepto de trastorno afectivo bipolar, o el de esquizofrenia, o en general el de enfermedad mental; la sociedad - esa sociedad sin tiempo y alocada-, las personas, desorientadas en un mundo de exceso de información (buena, mala o regular), las instituciones, etc. todos se ven forzados a asimilar de golpe y porrazo algo que antes no estaba allí, algo sin entidad, como un átomo para un cavernícola. Necesitan expresarlo.


En la expresión es donde humildemente opino que reside el problema. Claro que a veces los límites son difusos. Por supuesto que existen personajes públicos afectados (y otros lo suficientemente estrambóticos para que muchos digan que lo estén). Lo malo de llamarle loco a alguien no es hacerlo en una discusión. Lo importante, lo significativo, es si esa discusión se retransmite, se radia o se publica a una audiencia millonaria. Porque hoy en día aprendemos por absorción. Y si esa información que absorbemos es de la peor calidad (con todos mis respetos, Kiko no es precisamente un académico) y el público carece de interés o formación, obtenemos como resultado un constructo viciado, una palabra "atlética" que, por inofensiva y tonta que parezca ella, allí solita en su televisor, puede llegar a hacer mucho daño, a enredar y enmarañar la ya de por sí complicada vida de muchas personas afectadas, marcando y clasificando, en lugar de clarificar y liberar, de acercar y compartir. Es una incitación, en cierto modo, a juzgar, nunca a explicar o aproximar.


Y como dijo Confucio: "si te preocupas de juzgar a la gente, nunca llegarás a conocerla".


J.J.

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